Halilintar. El manifiesto de Elias Rodriguez
20 de mayo de 2025
Halilintar es una palabra que significa algo así como trueno o relámpago. A raíz de un hecho, la gente busca un texto que establezca su significado; he aquí un intento. Las atrocidades cometidas por los israelíes contra Palestina escapan a cualquier descripción y cuantificación. En lugar de leer descripciones, la mayoría de las veces las vemos en vídeo, a veces en directo. Tras unos meses de un incremento acelerado del número de muertos, Israel había obliterado la capacidad para siquiera seguir contando los muertos, lo que ha servido muy bien a su genocidio. Mientras escribo, el Ministerio de Salud de Gaza registra 53 000 muertos por traumatismo, al menos diez mil yacen bajo los escombros, y quién sabe cuántos miles más muertos por enfermedades prevenibles, hambre, con decenas de miles ahora en riesgo de una inminente hambruna debido al bloqueo israelí, todo ello permitido con la complicidad de los gobiernos occidentales y árabes. La oficina de prensa de Gaza en su recuento incluye a los diez mil bajo los escombros con los muertos. En los informes de noticias, esos «diez mil» llevan meses bajo los escombros, a pesar de que constantemente se generan más escombros por los incesantes bombardeos, una y otra vez, y de los bombardeos de tiendas de campaña entre los escombros. Al igual que la cifra de muertos en Yemen, que se había congelado en unos pocos miles durante años bajo los bombardeos saudíes, británicos y estadounidenses, antes de que se revelara tardíamente que se trataba de 500 000 muertos, todas estas cifras son casi con toda seguridad un subregistro criminal. No me cuesta creer las estimaciones que elevan la cifra a 100 000 o más. Desde marzo de este año se han asesinado a más personas que en las operaciones militares, «Margen Protector»[1] y «Plomo Fundido»[2] juntas ¿Qué más se puede decir a estas alturas sobre la cantidad de seres humanos mutilados, quemados y desgarrados que eran niños? Nosotros, quienes permitimos que esto sucediera, nunca mereceremos el perdón de los palestinos. Ellos nos lo han hecho saber.

Una acción armada no es necesariamente una acción militar. Generalmente, no lo es. Suele ser teatro y espectáculo, una cualidad que comparte con muchas acciones no armadas. Las protestas no violentas de las primeras semanas del genocidio parecían marcar un momento decisivo.[3] Nunca antes tantas decenas de miles de personas se habían unido a los palestinos en las calles de Occidente. Nunca antes tantos políticos estadounidenses se habían visto obligados a reconocer que, al menos a nivel retórico, los palestinos también eran seres humanos. Pero hasta ahora la retórica no ha tenido ningún efecto. Los propios israelíes se jactan conmocionados de la carta blanca que les han dado los estadounidenses para exterminar a los palestinos. La opinión pública cambió en contra del estado genocida del apartheid, y el gobierno estadounidense simplemente se ha encogido de hombros. Entonces, prescindirán de la opinión pública, la criminalizarán cuando puedan y la contendrán con insulsas palabras tranquilizadoras en las que aseguren que están haciendo todo lo que pueden para contener a Israel cuando no puedan criminalizar la protesta directamente. Aaron Bushnell[4] y otros se sacrificaron con la esperanza de detener la masacre y el Estado trabaja para hacernos sentir que su sacrificio fue en vano, que no hay esperanza en la escalada por Gaza y que no tiene sentido traer la guerra a casa.[5] No podemos permitir que lo consigan. Sus sacrificios no fueron en vano.

La impunidad que sienten los representantes de nuestro gobierno al ser cómplices de esta matanza debe revelarse, pues, como una ilusión. La impunidad que vemos es la peor para quienes estamos mucho más cerca de los genocidas. Un cirujano que trató a víctimas del genocidio maya por parte del Estado guatemalteco[6] relata el caso de un paciente que había resultado gravemente herido durante una masacre y al que estaba operando cuando, de repente, unos hombres armados entraron en la habitación y lo mataron a tiros mientras estaba en la mesa de operaciones, riéndose mientras lo mataban. El médico dijo que lo peor fue ver a los asesinos, a los que conocía bien, ufanarse abiertamente por las calles locales en los años posteriores.
En otra ocasión, un hombre de consciencia intentó arrojar a Robert McNamara[7] al mar desde un ferry con destino a Martha’s Vineyard,[8] indignado por la misma impunidad y arrogancia que veía en aquel carnicero de Vietnam, mientras este reía con sus amigos en el salón del ferry. Le molestaba incluso la forma en que McNamara se sentaba, como si dijera: «Mi historia está bien, y puedo relajarme en el bar con mi buen amigo Ralph, y tú vas a tener que aguantarlo.» No logró lanzarlo desde la pasarela; el ex secretario de Estado alcanzó a sujetarse de la barandilla y volvió a ponerse de pie. Pero el agresor justificó su intento diciendo: «Bueno, logré sacarlo afuera, solos él y yo, y de pronto su historia ya no parecía estar tan bien, ¿no?».

Unas palabras sobre la moralidad de la protesta armada. Quienes estamos en contra del genocidio nos complace argumentar que los autores y los instigadores han perdido su humanidad. Comparto este punto de vista y comprendo su valor para calmar la psique que no soporta aceptar las atrocidades de las que es testigo, incluso mediadas a través de la pantalla. Pero hace tiempo que la inhumanidad ha demostrado ser escandalosamente común, mundana, prosaicamente humana. Así, el perpetrador puede ser un padre cariñoso, un hijo filial, un amigo generoso y caritativo, un amable desconocido, capaz de mostrar fortaleza moral a veces cuando le conviene y otras incluso cuando no, y aun así, ser un monstruo de todas formas. La humanidad no exime de responsabilidad. El hecho estaría moralmente justificado si se hubiera llevado a cabo hace 11 años, durante la operación Margen Protector, más o menos cuando yo personalmente me di cuenta de nuestra brutal conducta en Palestina. Pero creo que para la mayoría de los estadounidenses esa acción habría sido incomprensible, habría parecido una locura. Me alegro de que hoy, al menos, haya muchos estadounidenses que la comprendan y, de algún modo curioso, la única cosa sensata que se puede hacer.
Les quiero mamá, papá, hermanita, el resto de mi familia, inclusive tú, O*****
Palestina libre.
—Elias Rodriguez
[1] La Operación Margen Protector fue una ofensiva contra la Franja de Gaza lanzada en julio y agosto de 2014, y tras 50 días de bombardeos se decretó un alto al fuego. La operación coincidió con una campaña militar contra Cisjordania llamada «Volved hermanos», que intentaba atacar la infraestructura de las organizaciones armadas palestinas y liberar a tres colonos israelíes prisioneros de los combatientes. (N. de las T.)
[2] Esta operación militar sucedió entre diciembre de 2008 y enero de 2009, se trató de una incursión terrestre con bombardeos navales y aéreos con el objetivo de derrocar a la administración gubernamental de Hamás en Gaza, puesto que estaba por cumplir su tercer año de mandato. Para ello, la campaña atacó intensamente infraestructura vital como hospitales, escuelas, pozos de agua y granjas, podríamos pensar que fue el antecedente experimental del actual genocidio en marcha. (N. de las T.)
[3] Joe Biden, entre otros políticos, señalaron que atacar la zona urbana del extremo sur de Gaza, Rafah, era una «línea roja»diplomática. Israel atacó esta ciudad el 7 de mayo de 2024. Las universidades estadounidenses fueron tomadas por un movimiento estudiantil masivo que exigía un cese al fuego permanente, la entrada y entrega de ayuda humanitaria, así como el fin de la colaboración interinstitucional con centros de investigación israelíes. Las protestas se expandieron por universidades europeas y latinoamericanas, a pesar de su carácter marcadamente pacífico y humanista, fueron reprimidas con violencia. Actualmente, hay una persecución judicial —arrestos, expulsiones y deportaciones— contra los estudiantes que participaron en dichas movilizaciones en suelo estadounidense. (N. de las T.)
[4] Fue un joven militar objetor de conciencia —radicalizado al anarquismo en los meses previos— que se inmoló con fuego frente a la embajada del Estado de Israel en Washington D. C., el 25 de febrero de 2024. En su mensaje final se puede leer: «esto es lo que la clase dirigente ha decidido que será normal».
[5] Esta fue una de las principales consignas de las organizaciones radicales —marxistas y anarquistas— durante la guerra de Vietnam, bajo ella se articularon grupos de guerrilla urbana y ataques descentralizados en contra de los intereses del complejo industrial y militar. Ya que esta consigna cristaliza la vieja arenga socialista e internacionalista de convertir las guerras imperiales en situaciones revolucionarias al interior de los países. (N. de las T.)
[6] Entre 1981 y 1983 la lucha contra las guerrillas marxistas tomó un brusco giro de violencia cuando los gobiernos militares decidieron pasar a una ofensiva contra la población civil —mayoritariamente rural e indígena—, atacando y arrasando pueblos, relocalizando a la población y asesinando sistemáticamente a los presuntos colaboradores o simpatizantes de la insurgencia. Esta campaña fue estructurada y supervisada por asesores estadounidenses e israelíes. (N. de las T.)
[7] R. McNamara fue secretario de Defensa de los Estados Unidos entre 1961 y 1968, durante los gobiernos de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. Es una figura controvertida por su papel central en la escalada militar de la Guerra de Vietnam, donde impulsó estrategias de guerra total y bombardeo masivo coordinadas por su «equipo de chicos listos», expertos en informática reclutados en las universidades estadounidenses, esta gente intentó leer la guerra a través de la «teoría de juegos» pensando que si maximizaban el ratio de asesinatos el jugador contrario se rendiría, no contaron con que la guerrilla se negó a seguir el juego. Tras dejar el cargo, fue presidente del Banco Mundial entre 1968 y 1981. (N. de las T.)
[8] Martha’s Vineyard es una isla situada frente a la costa de Massachusetts, en Estados Unidos. Conocida por ser un destino turístico de alto nivel, ha sido históricamente frecuentada por figuras prominentes del ámbito político, empresarial y cultural estadounidense. (N. de las T.)